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viernes, 8 de marzo de 2013

¿Cómo puedo llevarme bien con mi maestro?


UNA jovencita llamada Vicky dice: “No puedo aguantar a un maestro injusto”. Puede que tú pienses como ella. Sin em­bargo, en una encuesta de unos 160.000 jóvenes estadouni­denses hecha en 1981, ¡el 76% de ellos acusó a sus maestros de alguna forma de favoritismo!

A los jóvenes no les gusta recibir una calificación baja por un trabajo que consideren bueno. Se resienten cuando la disciplina parece excesiva o inmerecida, o si parece que se debe a prejuicio racial. También se enojan cuando el maestro da atención especial o trato preferente a su alumno favorito.

Hay que reconocerlo: los maestros no son infalibles. Tie­nen sus particularidades, problemas y, sí, prejuicios. Con todo, la Biblia advierte: “No te des prisa en tu espíritu a sentirte ofendido”. (Eclesiastés 7:9.) Hasta los maestros ‘tro­piezan muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, es un varón perfecto, que puede refrenar también su cuerpo entero. 

(Santiago 3:2.) Por lo tanto,  ¿puedes dar a tu maestro el beneficio de la duda?   

Los maestros y sus alumnos favoritos

¿Qué hay del trato especial de los maestros a sus alum­nos favoritos? Recuerda que un maestro afronta exigencias y presiones singulares. El libro Being Adolescent (En la adoles­cencia) dice que los maestros son personas que se encaran a una “situación difícil”, pues tienen que atraerse la atención de un grupo de jóvenes “que por lo general tienen la mente puesta en otros asuntos [...] Tienen ante sí a un grupo de adolescentes muy caprichosos, jóvenes que se distraen fácil­mente y que por lo general no están acostumbrados a con­centrar la atención en nada que dure más de 15 minutos”.

¿Debería ser raro, pues, que el maestro diera atención especial a un alumno que estudia mucho, que presta aten­ción, o que lo trata con respeto? Es cierto que quizás te moleste que a los supuestos aduladores se les conceda más atención que a ti. Pero ¿por qué sentirte molesto o celoso porque algún estudiante diligente sea el favorito del maestro, con tal que no se pasen por alto tus necesidades educativas? Además, no sería mala idea que tú mismo fueras un poco más diligente en los estudios.

Guerra en la sala de clases 

Un estudiante dijo esto de su maestro: “Creía que le habíamos declarado la guerra, y decidió atacarnos primero. Era un paranoico”. Sin embargo, muchos maestros opinan que tienen razones para ser un poco “paranoicos”. Como lo predice la Biblia, estos son “tiempos críticos, difíciles de manejar”, y a menudo los estudiantes ‘no tienen autodominio, y son feroces y sin amor del bien’. (2 Timoteo 3:1-3.)

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