La vida es un libro abierto a tu lectura

viernes, 8 de marzo de 2013

EL DESEO SEXUAL



Como hemos indicado anteriormente, una de las novedades más relevantes en la adolescencia es la aparición del erotismo puberal. Una manera de enriquecer el conocimiento de tal evento, consiste en tomar en consideración las aportaciones más actualizadas acerca del deseo sexual.

Una de las aportaciones más interesantes para comprender como se conforma en la adolescencia es la realizada por Levine (1988,1992). Este autor indica que el deseo sexual está constituido por tres elementos moderadamente independientes: El impulso, el motivo y el anhelo. El impulso (drive) representa la base biofisiológica del deseo sexual, el motivo (motive) hace referencia a su articulación psicológica y el anhelo (wish) a su representación socio-cultural.

El impulso sexual está constituido por lo que podríamos considerar el "sistema sexual", aceptando la imprecisión de este concepto (Le Vay, 1993). Los seres humanos heredan filogenéticamente los elementos anatómicos, fisiológicos y neuroendocrinos que regulan el comportamiento sexual y que generan predisposiciones comportamentales hacia los estímulos eróticos. Como es bien sabido, la testosterona es la hormona relacionada con el deseo sexual en ambos sexos (Bancroft y Reinisch, 1991; Bancroft, 1988,1989). Sin embargo la motivación sexual constituye, en el sentido propuesto por Singer y Toates (1987) un sistema interactivo entre el "sistema sexual" (bases biofisiológicas del deseo sexual) y los incentivos, siendo éstos estereotipados en las especies subhumanas y complejos en los humanos por las diversas mediaciones tanto psicológicas, como culturales. Por tanto el impulso hace referencia a la activación que puede generarse desde la propia dinámica biológica, o inducirse a partir de determinados incentivos, es decir estímulos que en diversas situaciones tienen valencia erótica. Activación en definitiva.

El motivo constituye la articulación psicológica del impulso sexual. Representa la disposición hacia la actividad sexual. Se manifiesta por el integración del impulso en el conjunto de la personalidad y supone la aceptación o el consentimiento de la activación sexual, la disposición hacia lo erótico. Esta depende de la propia historia sexual y de como haya sido su socialización en el contexto socio-cultural donde éstos se desarrollan.

El anhelo se corresponde con la representación sociocultural del deseo sexual y significa el deseo de llegar a estar involucrado en la experiencia sexual, siendo este componente independientemente del impulso y del motivo. Sin embargo, este anhelo está fuertemente mediatizado por el contexto. Historiadores, sociólogos y antropólogos llaman la atención sobre el hecho de que la vida sexual está influenciada por fuerzas sociales que circundan al individuo y que pueden llegar a ser más importantes que la propia vida individual (Levine, 1992). Dicho de otra manera las aspiraciones sexuales están fuertemente diseñadas por la tradición cultural, el momento histórico y los intereses de las clases dominantes. Una de las principales expectativas respecto a las aspiraciones sexuales se derivan de la organización sociocultural de los roles que se definen basándose en los contenidos de género que en función de las personas y sus capacidades. El discurso social acerca de la sexualidad establece lo que puede ser deseado por mujeres o por hombres.

Un ejemplo radical, propuesto por el propio Levine (1992, pag. 55), referido a la articulación de los tres componentes del deseo sexual es el siguiente: En las primeras sectas cristianas el impulso sexual era considerado como una fuerza demoníaca, el motivo - como componente del deseo sexual- consistía en la evitación de toda experiencia subjetiva de deseo, y el anhelo se convertía en la aspiración de ser virtuoso, es decir, radicalmente ascético.

Bien al contrario desde el punto de vista de criterios amplios de salud sexual, se puede considerar que un objetivo evidente de la educación afectivo sexual en la adolescencia, consiste en facilitar la posibilidad de que cada adolescente pueda reconocer su impulso sexual, integrar los motivos para la actividad sexual en el conjunto de su personalidad con una perspectiva de futuro, y valorar críticamente los anhelos o aspiraciones eróticos respecto a su propia identidad, de una manera auténtica, personal, sin tergiversaciones, que responda genuinamente a sus propias necesidades y no a otras inducidas externamente.

Estos tres componentes del deseo sexual son realidades moderadamente separadas. La armonía entre ellos producen una adecuada integración del mismo. En el espacio clínico se puede apreciar su relativa independencia, puesto que en las personas que presentan dificultades con el deseo sexual es posible observar determinadas incongruencias entre ellas. Por ejemplo, personas con un nivel óptimo de impulso, podrían tener razones para evitar la experiencia emocional subjetiva del deseo sexual por diversos motivos. El discurso social sobre lo "sexualmente correcto" podría lograr que una persona anhelase desear sexualmente aquello que dista de su propia realidad.







No hay comentarios:

Publicar un comentario